Gobierno de Enrique Peña Nieto
El Gobierno de Enrique Peña Nieto (2012-2018)
ANTES DE SER PRESIDENTE
El es un abogado mexicano, Enrique Peña Nieto fue Presidente de los Estados Unidos Mexicanos desde 2012.
Inició su carrera en el servicio público desde joven, ocupando diversos cargos en el Gobierno del Estado de México. Entre 2000 y 2002 fue Secretario de Administración y de 2003 a 2004 fungió como Diputado del Distrito XIII en la LV Legislatura del Estado de México, durante la cual también ejerció de Coordinador del Grupo Parlamentario del Partido Revolucionario Institucional.
En 2005 contendió por el cargo de Gobernador del Estado de México. Durante su campaña recorrió el estado escuchando a la gente y firmando compromisos de obra pública ante notario. Finalmente resultó elegido Gobernador del Estado de México, la entidad federativa más poblada del país, y ocupó el cargo entre 2005 y 2011. Bajo su responsabilidad se lograron importantes avances en materia de infraestructura y servicios públicos como la atención de la salud. Se llevó a cabo una reestructuración de las finanzas del estado que permitió reducir la deuda pública y aumentar el gasto disponible para obras y programas sin necesidad de elevar los impuestos. Al concluir su gestión como Gobernador, expresó su intención de presentarse como candidato a la Presidencia de la República; tras una intensa campaña electoral, obtuvo el triunfo el 1 de julio de 2012.
Es licenciado en Derecho por la Universidad Panamericana y cuenta con una maestría en Administración del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM).
Durante su gobierno
Reforma educativa del 2013
Reforma energética
Reforma Fiscal
Reformas en telecomunicaciones
Atracción en inversión extranjera
Gasolinazo
Enrique Peña Nieto recibió de Felipe Calderón una presidencia disminuida por el desarrollo de la partidocracia, el fortalecimiento del Poder Legislativo, la autonomía de los gobernadores, la independencia de los legisladores, las reformas económicas y los órganos autónomos.
Para gobernar, el nuevo presidente necesitaba redimensionar la institución, crear nuevos anclajes institucionales o renovar los existentes, pues ni siquiera sabía con certeza si el PRI le sería útil para la reconstrucción. Sin embargo, el recurso más expedito que tuvo a la mano Peña Nieto fue él mismo, y apostó su capacidad de gobierno a sus atributos personales, los verdaderos y los que le sumó la imagen que crearon sus publicistas, que lo presentaron no sólo como una cara bonita, sino como un político disciplinado, ordenado y cumplidor. El lema central de su campaña fue el mismo que había utilizado en la campaña para la gubernatura del Estado de México: “Te lo prometo, te lo firmo y te lo cumplo”.
Había, sin embargo, grandes dudas en torno al gobernador Peña Nieto. Se le acusaba de haber emprendido “obras faraónicas”, y los contratos de obra se habían mantenido en la oscuridad, pero se sabía que había empresas favorecidas por su gobierno. Por ejemplo, la empresa española OHL y el grupo de empresas Higa habían recibido en forma consistente los contratos más importantes para la construcción de grandes obras de infraestructura.
Al mismo tiempo que se levantaban edificios de lujo, los índices de pobreza y desempleo en el Estado de México eran superiores a la media nacional, y los feminicidios habían aumentado durante la gubernatura de Peña Nieto. Peor todavía, su mentor y predecesor, Arturo Montiel, había sido acusado de graves actos de corrupción, pese a lo cual nunca fue investigado.
El primer paso que dio el presidente Enrique Peña Nieto para construir su liderazgo a nivel nacional fue convocar a todas las fuerzas políticas representadas en el Congreso a debatir y, de ser posible, negociar la aprobación de las reformas estructurales que estaban pendientes desde 2000. La ausencia de una mayoría presidencial en el Legislativo era una de las explicaciones más socorridas de esta casi parálisis del Congreso, y se atribuía a las malas relaciones del presidente Calderón con su partido y con el Poder Legislativo.
El presidente Peña Nieto logró sentar a la mesa de discusión a las tres principales fuerzas políticas del país que hasta entonces se miraban con desconfianza y habían sido incapaces de entablar un diálogo constructivo. Esta reconciliación fue en buena medida obra del presidente que adoptó un lenguaje moderado e incluyente. El acuerdo entre el PRI, el pan y el PRD, inyectó optimismo en el ambiente y generó una atmósfera de entusiasmo. Una ola de admiración recorrió a la opinión pública que estaba hastiada de los jaloneos del pasado entre el presidente y los partidos o los legisladores, de lo que consideraba la incapacidad para dialogar de los actores políticos.
El Pacto por México consistía en cinco grandes acuerdos cuyo objetivo era crear una sociedad de derechos y libertades, fomentar el crecimiento económico, el empleo y la competitividad, la seguridad y la justicia, la transparencia y la rendición de cuentas, y el combate a la corrupción. Entre 2012 y 2014 las relaciones en el seno del poder legislativo transcurrieron sin grandes conflictos, y las reformas fueron negociadas, votadas y aprobadas. No obstante, el debate dividió a las fuerzas políticas, agravando la fragmentación; es decir, no lograron el consenso que había pretendido el presidente, tan es así que, por ejemplo, el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, SNTE, no pudo frenar a la disidencia ni disolver las tensiones internas que provocaba la reforma educativa. El PRD también fue víctima de este impacto divisivo y se escindió; así nació el Movimiento de Regeneración Nacional, Morena, fundado por Andrés Manuel López Obrador.
Más allá de sus virtudes inmediatas, el Pacto planteaba un problema de consideración: era un acuerdo que se había concluido al margen del Congreso, un arreglo extraparlamentario cuya base era la igualdad ficticia de todos los participantes. Sometida la discusión de las reformas estructurales a la mecánica parlamentaria, habrían surgido las diferencias en la representación de las fuerzas políticas, y la necesidad de negociar alianzas y apoyos. El PRI no tenía mayoría y, desde el punto de vista táctico, le convenía sustraer el debate del Congreso porque si todas las fuerzas políticas eran iguales, la negociación entre ellas sería más fácil y menos costosa. La gran desventaja de semejante estrategia fue que relegó a segundo plano la institución clave de la representación nacional. En lugar de fortalecer a la institución presidencial, esta estrategia se atribuía exclusivamente a la personalidad del presidente y a su habilidad política.
De todas estas reformas, la más efectiva fue la reforma hacendaria que se presentó a las cámaras en septiembre de 2013, cuyo decreto firmó el presidente en enero del año siguiente. Su objetivo era aumentar la captación de recursos públicos, asegurando el pago de impuestos de empresas grandes y medianas, y eliminando regímenes especiales. El gobierno esperaba recaudar alrededor de 18 000 millones de dólares adicionales, o sea 1.4% del PIB; gracias a esta reforma, los ingresos tributarios del gobierno federal pasaron de 1 157 913 millones de pesos en 2012, a 2 150 172 millones de pesos en 2018.
La continuidad de la política económica mantuvo a niveles mediocres el crecimiento, aunque se controló la inflación, pero se crearon pocos empleos. No obstante, el naufragio del gobierno de Peña Nieto puede atribuirse más que a la economía, a la pareja letal que formaron la violencia y la corrupción.
Un pequeño análisis del gobierno de Peña Nieto
Como ‘perdido’ ha sido calificado, por diversos actores, el sexenio de Enrique Peña Nieto. Perdido para el Estado y la sociedad mexicanos, pero no para él y la élite que representa, se afirma aquí.
Los datos son contundentes cuando se trata de fundamentar estas aseveraciones, comenzando con aquellos que durante la campaña presidencial de 2012 advertían de los riesgos de elegir al peor de los candidatos, aquél de ‘cara bonita’ y ‘pocas ideas’, aquél que sin ser el ‘cerebro’ de su grupo político, crearía la oportunidad para que quienes le apoyaron en su vertiginosa carrera política se enriquecieran al amparo del poder político.
Pareciera que seis años son poco tiempo, casi nada en la larga historia de una nación; sin embargo, en un país que se desangra, un sexenio es una eternidad. Una oportunidad desperdiciada, un tiempo valioso que se disolvió ante la mirada indolente y cómplice de los poderosos y la desesperación y el horror de una población indefensa y abandonada a su suerte. Debería de existir una sanción para quien despilfarra así el tiempo de millones de personas.
Por supuesto, para quien ya se va, seis años fueron suficientes para continuar con el fortalecimiento de ciertos empresarios, medios de comunicación y otros grupos fácticos, por lo que no se puede hablar de tiempo perdido, como en el caso de la población. (Según Ivonne Acuña)
Referencias:
Ivonne A. (30/Nov/2018) Análisis de Enrique Peña Nieto. Universidad Iberoamericana. https://ibero.mx/prensa/analisis-enrique-pena-nieto-y-el-sexenio-que-perdimos
Periodo decisión (SF) Biografía de Enrique Peña Nieto. Periodo desiciones. https://periododesesiones.cepal.org/36/pt/node/198
Soledad L. (2020) La presidencia acorralada de Enrique Peña Nieto. Scielo. https://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0185-013X2020000300945
¿Consideras que tuvo una buena relación con otros países ?
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